Eran las 7:15 de la noche y nos moríamos de hambre. Ana y yo habíamos quedado de vernos en uno de los restaurantes del vecindario que no requiere reservaciones –algo fuera de lo común en Boston. Al llegar, nos dimos cuenta de que la esplendorosa noche de verano les había dado la misma idea a muchos otros comensales: cenar en un lugar con servicio en el patio. La fila estaba larguísima. Entonces, nos preguntamos, “¿realmente queremos esperar o mejor cambiamos de plan y nos vamos a otro lugar?”
Read More